Hace unos días me enfrasqué en una discusión con un compañero por el caso Saidén. Esta persona, al igual que aquellas que me han estado mandando mails en los que muestran las fotos tan agresivas del accidente y que tildan de corrupto al sistema y no sé cuántas cosas más, defienden el hecho de que por ser el hijo del titular de una dependencia gubernamental es que quedó sin efecto cualquier tipo de castigo que no se limitara a la fianza que pagó.
Por mi parte, defiendo la idea de que se hizo exactamente lo mismo que se aplicó para cuándo aquel otro joven atropelló y dio muerte a tres niños en el periférico. En ambos casos, y muchos, pero muchos más, el infortunio, el descuido, la falta de prudencia, la casualidad y muchas otras cosas más muy propias del ser humano y tan inherentes a nuestra naturaleza imperfecta, se combinaron para dar ese fatídico resultado.
En ninguno de los casos creo que los personajes involucrados hayan tenido la intención de provocar lo que sucedió, por el contrario se me hace terrible, al menos en lo personal, el hecho de dar muerte a un desconocido. Y al igual que los familiares de los difuntitos se me hace una historia de horror saber y sentir de la muerte de alguien tan amado…más si se trata de un hijo, mucho más si se trata de dos hijos… peor si se trata de tres.
Por otra parte, y apegándome a la objetividad de un tema tan subjetivo, entiendo (aunque no siento), el malestar, la tristeza, el enojo, la negación y el odio hacia la vida que deben de sentir los deudos, pero un accidente nunca es planeado, nunca se busca, es fortuito y por ello inmanejable, rompe con todo esquema y desestabiliza. Y es precisamente eso lo que lo hace tan desdichado.
Las leyes son claras, el homicidio imprudencial no amerita pena corporal, basta una fianza, una multa. Suena duro, suena cruel, suena a injusticia, pero vamos, sé que la muerte de un ser humano no tiene precio, pero más que Omar Saidén, fue la velocidad, el descuido y otras tantas cosas que cualquiera de nosotros hace a diario, pero que la madre casualidad no ha puesto enfrente de nuestro carro a un par de hermanos o tres pequeños, lo que ocasionó el deceso de esas personas.
Al final de, casi todos, los correos que he recibido quien escribe cierra su participación con una pregunta: ¿si cualquiera de nosotros hubiera hecho algo similar, estaríamos libres?
Mi respuesta es que sí, tal como quedó demostrado con el caso del perifericazo, o en muchos otros, si no tienes dinero pero sí un buen historial crediticio, cualquier afianzadora, (que a eso se dedican) se encarga de dejarte libre luego de la tramitología administrativa que conlleva asegurarse de que después vas a pagarles.
El otro problema que encuentro en esta cadena de dolorosos mails es que están escritos por amigos de los afectados, y es completamente comprensible su postura y la obnubilación frente al hecho, y que, como mexicanos estamos hereditariamente acostumbrados a culpar de todos nuestros males a nuestra eterna némesis: papá gobierno.
Si el que atropelló fue algún estudiante de mercadotecnia, es sólo un imprudente, desgraciado y cualquier adjetivo que le quieran poner para maldecirlo, pero la fianza fue la misma, el trato, aunque diferente, fue el mismo, el proceso lo mismo, y a final de cuentas, justicia moral o no, está libre.
Si el que atropelló fue algún hijo de funcionario, no sólo es un imprudente, desgraciado y cualquier adjetivo que le quieran poner para maldecirlo, sino además es un corrupto, un hijo de papi, un juniorcito sin futuro que depende de papá igual de corrupto e inservible a la sociedad y que está libre por su influyentismo.
Entiendo la desconfianza que nos produce tener que confiar en funcionarios, políticos y anexas, pero no olvidemos que en realidad tenemos el gobierno que nos merecemos, no olvidemos que aún nos comportamos como sociedad de tercer mundo y por ende nuestro gobierno es congruente con nosotros.
El delito de homicidio imprudencial tiene el derecho a fianza.
Doloroso, irreparable, sufrido… todo lo demás entra en el terreno de lo subjetivo y la subjetividad no se puede medir, por lo tanto no se puede castigar.
Por mi parte, defiendo la idea de que se hizo exactamente lo mismo que se aplicó para cuándo aquel otro joven atropelló y dio muerte a tres niños en el periférico. En ambos casos, y muchos, pero muchos más, el infortunio, el descuido, la falta de prudencia, la casualidad y muchas otras cosas más muy propias del ser humano y tan inherentes a nuestra naturaleza imperfecta, se combinaron para dar ese fatídico resultado.
En ninguno de los casos creo que los personajes involucrados hayan tenido la intención de provocar lo que sucedió, por el contrario se me hace terrible, al menos en lo personal, el hecho de dar muerte a un desconocido. Y al igual que los familiares de los difuntitos se me hace una historia de horror saber y sentir de la muerte de alguien tan amado…más si se trata de un hijo, mucho más si se trata de dos hijos… peor si se trata de tres.
Por otra parte, y apegándome a la objetividad de un tema tan subjetivo, entiendo (aunque no siento), el malestar, la tristeza, el enojo, la negación y el odio hacia la vida que deben de sentir los deudos, pero un accidente nunca es planeado, nunca se busca, es fortuito y por ello inmanejable, rompe con todo esquema y desestabiliza. Y es precisamente eso lo que lo hace tan desdichado.
Las leyes son claras, el homicidio imprudencial no amerita pena corporal, basta una fianza, una multa. Suena duro, suena cruel, suena a injusticia, pero vamos, sé que la muerte de un ser humano no tiene precio, pero más que Omar Saidén, fue la velocidad, el descuido y otras tantas cosas que cualquiera de nosotros hace a diario, pero que la madre casualidad no ha puesto enfrente de nuestro carro a un par de hermanos o tres pequeños, lo que ocasionó el deceso de esas personas.
Al final de, casi todos, los correos que he recibido quien escribe cierra su participación con una pregunta: ¿si cualquiera de nosotros hubiera hecho algo similar, estaríamos libres?
Mi respuesta es que sí, tal como quedó demostrado con el caso del perifericazo, o en muchos otros, si no tienes dinero pero sí un buen historial crediticio, cualquier afianzadora, (que a eso se dedican) se encarga de dejarte libre luego de la tramitología administrativa que conlleva asegurarse de que después vas a pagarles.
El otro problema que encuentro en esta cadena de dolorosos mails es que están escritos por amigos de los afectados, y es completamente comprensible su postura y la obnubilación frente al hecho, y que, como mexicanos estamos hereditariamente acostumbrados a culpar de todos nuestros males a nuestra eterna némesis: papá gobierno.
Si el que atropelló fue algún estudiante de mercadotecnia, es sólo un imprudente, desgraciado y cualquier adjetivo que le quieran poner para maldecirlo, pero la fianza fue la misma, el trato, aunque diferente, fue el mismo, el proceso lo mismo, y a final de cuentas, justicia moral o no, está libre.
Si el que atropelló fue algún hijo de funcionario, no sólo es un imprudente, desgraciado y cualquier adjetivo que le quieran poner para maldecirlo, sino además es un corrupto, un hijo de papi, un juniorcito sin futuro que depende de papá igual de corrupto e inservible a la sociedad y que está libre por su influyentismo.
Entiendo la desconfianza que nos produce tener que confiar en funcionarios, políticos y anexas, pero no olvidemos que en realidad tenemos el gobierno que nos merecemos, no olvidemos que aún nos comportamos como sociedad de tercer mundo y por ende nuestro gobierno es congruente con nosotros.
El delito de homicidio imprudencial tiene el derecho a fianza.
Doloroso, irreparable, sufrido… todo lo demás entra en el terreno de lo subjetivo y la subjetividad no se puede medir, por lo tanto no se puede castigar.
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